jueves, 17 de diciembre de 2009

La Estrella de Nieve


El otoño dio paso al invierno y el frío volvió a envolver las calles y plazas del pueblo. El final del calendario se acercaba y Javier estaba contento, porque sabía que en pocos días volvería a ver brillar la gran estrella que coronaba su árbol, y que su abuelo, como todos los años, volvería a contarle cómo se hizo de aquella estrella cuando la mamá de Javier era sólo una niña…
Se acercaba la Navidad y Javier pegaba su carita a los cristales del gran salón, le encantaba dejar empañados los cristales, y dibujar después en ellos, le encantaba salir con su abuelo a pasar esos días de Navidad, las calles tenían un olor especial a panecillos calientes, canela y limón. El abuelo de Javier a la mañana siguiente levantó temprano al pequeño, para decorar el gran árbol que decoraría esos días el salón. Los dos, abuelo y nieto, muy contentos e ilusionados, colocaban luces, bolas plateadas y adornos de los innumerables países que el abuelo y su madre habían visitado, cuando todos los adornos y luces estaban colocados dijo el abuelo: “Javier súbete a la escalera y corona él árbol”, el pequeño cogió la gran estrella y la puso en lo alto del árbol, terminando así su colocación . Cuando todo terminó de guardarse, se sentaron junto al árbol al lado de la chimenea y Javier dijo: “abuelo, cuéntame la historia de cómo te hiciste de la gran estrella del árbol”.
El abuelo todo orgulloso y rodeado de toda su familia comenzó diciendo: “tu madre era muy pequeña, ¿lo recuerdas hija?” Y la hija contestó; “cómo olvidarlo papá, pero cuéntalo”…”eran otros tiempos y no había tantas cosas como ahora, pero nosotros siempre adornábamos un pequeño arbolito de Navidad, poníamos bolas y cintas de colores, pero nunca encontramos la estrella que buscábamos y la hacíamos de cartón, la coloreábamos o la forrábamos de papel de plata, así un año y otro”.
“Tú madre, cuándo llegaba la Navidad y se acercaba el día de decorar el árbol, se ponía muy triste porque sabía que la estrella no estaba y un año más tendríamos que hacerla. Ese año cuando nos marchamos a descansar, yo me levanté y salí al porche, comenzaba a nevar, los copos eran tan suaves, que se podía ver la estrella que forman al caer. Pensé… si pudiese coger una para mi árbol, mi hija sería tan Feliz …y cerré los ojos y lancé un deseo y entré en casa pues el frió comenzaba a helarme los huesos”.
“A la mañana siguiente, cuando colocábamos los regalos junto al árbol y la abuela hacía la comida y los dulces pude darme cuenta que había un paquete que nadie había puesto, claro, no podía abrirlo hasta la noche de Navidad”…
- “¡Abuelo!”, interrumpió el pequeño Javier que comía una jugosa galleta en forma de muñequito que todos los años cocinaba con la abuela, “¿porqué no lo abriste y luego lo cerraste otra vez?”
- “Porque no tenía tarjeta y por lo tanto no era mío, hasta que el nombre apareciera en el paquete. Esperamos muy impacientes la noche de Navidad, con la peculiaridad de que la estrella que hizo tu madre ese año se caía cada vez que la colocábamos y ella se entristecía aun más”.
“Todas las noches pedía mi anhelado deseo y cuando llegó la noche de Navidad, cada uno abrió sus regalos y aquel regalo sin nombre quedó bajo el árbol. Decidimos abrirlo y pensamos hacerlo por turnos, primero la abuela pero el paquete no se abría, parecía hermético, después lo intenté yo y tampoco tuve éxito y cuando tu madre lo cogió entre sus manitas comenzó a moverse y todos nos quedamos perplejos porque al quitar la tapa una preciosa estrella, como los copos de nieve subió hasta el árbol. Brilla tanto porque es de cristal, por este motivo la guardamos con tanto cuidado y le damos este trato tan especial.
Así fue como me hice de la estrella que corona cada año nuestro árbol”.



Este cuento tiene una dedicación muy especial.
Esta dedicado al abuelo Paco, mi padre, que es la estrella que nos ilumina, para que en nuestros corazones sea siempre Navidad
Para mi hijo Javier, por la unión tan bonita que tenia con su abuelo y por ser la luz de nuestra esperanza
Y como no a mi hermana Pilar porque sin ella mi Navidad no tendría sentido.
Os kiero, Nati.



FELIZ NAVIDAD PARA TODOS-AS.

La Navidad es la sonrisa de un niño

Al calor del hogar.

Es tiempo de compartir.


Las cosas cotidianas

Momentos navideños

Al calor del hogar, de mi hermana Pilar.

martes, 8 de diciembre de 2009

La semilla de Navidad


Nevaba y todas las calles tenían ese olor tan peculiar, era Navidad, porque la Navidad huele... ¿nunca lo habéis notado?, huele a frío, a pan caliente, a troncos quemados, la Navidad huele a Paz. Todo el mundo andaba muy ajetreado por aquellos días, con las compras de regalos, cintas de colores, comida en abundancia... Como cada año se talaban árboles para llevarlos a las casas y adornarlos con vivos y brillantes colores, colgarles figuritas y coronarlos con la gran estrella de Oriente, al llegar la noche todas sus luces de colores iluminan los salones de las casas, aunque hay siempre algunas que quedan por iluminar...Sólo había una preocupación en el corazón de aquellas personas y era la compra de árboles, regalos y vestidos o tener una gran mesa repleta de comida y golosinas, para su cena y la de sus amigos, que tienen sus mesas tan repletas como las suyas...
Pero el Espíritu de la Navidad, el que debe reinar en nuestros corazones todos los días de nuestra vida, había desaparecido, incluso en los días que antes era recordado, y ¿sabéis por qué?, porque todos estamos demasiado preocupados por las cosas materiales y por nosotros mismos.
Un grupo de niños que jugaban en un parque, ajenos a la agitación que reinaba en la ciudad por aquellos días, vieron que uno de los árboles del parque lloraba desconsoladamente mientras sus hojas caían sin parar.
Muy despacio, tímidamente, se acercaron a él.
-” ¿Qué te ocurre?”, preguntaron con voz entrecortada e inocente, como sólo los niños saben hacerlo.
-”Yo”, dijo el árbol sollozando, “era el Espíritu de la Navidad pero, poco a poco, me estoy muriendo porque nadie me recuerda y lo que no se recuerda se muere.
-” ¿Qué es el Espíritu de la Navidad?”, preguntó una voz pequeña y pecosa.
Y con las pocas fuerzas que le quedaban comenzó a decir: “Hace muchos, muchos años, nació en la tierra un niño al que llamaron Jesús, este niño era el Hijo de Dios, nació en un pesebre y por ser Hijo de Dios llenó todo el mundo de luz, tres reyes de oriente vinieron a ofrecerles regalos que fueron oro, incienso y mirra... entonces se celebró una gran fiesta que aún hoy se sigue celebrando. Pero las cosas han cambiado.
-” ¿Por qué?”, preguntó otra vocecilla.
-”No hace mucho tiempo, cuando en los pueblos y las ciudades no existían las luces de neón y las calles eran lugares transitables donde se podía jugar y pasear, el Espíritu de la Navidad habitaba entre nosotros.
-” ¿Cómo era la Navidad?”,” ¿Cómo era la Navidad?”, repetían una y otra vez aquellas caritas curiosas y sonrojadas por el frío.
-”Pues en cada casa, cuando se acercaba la Navidad, toda la familia colaboraba preparando el Portal de Belén, en memoria del niño Jesús, con cartones y cajitas se hacían las casas, con un viejo espejo el río, con maderitas y paja los chozos, con hierba de los caminos y con piedras de la fragua las montañas... desde el más pequeño al mayor participaban en esta tradición, sacaban las zambombas y panderetas y se preparaban para la noche de noche buena. Las abuelas preparaban ricos buñuelos y judías con bacalao y los abuelos se disponían a contar cuentos. Todavía recuerdo el olor de la harina tostada o la tierra mojada, eran aromas de casa, aromas de Navidad. Cuando llegaba la ansiada noche todos se reunían en la misa del Gallo y a la salida cada familia cenaba al calor del hogar. Cantaban villancicos y se sentaban alrededor del abuelo que contaba cuentos hasta que cada uno de los pequeños se rendía y se iba durmiendo. No se podía permitir que algún vecino se quedara sin cenar y se compartían las judías y las castañas. Después todos se juntaban y tomando una copita de aguardiente brindaban por el niño Dios.”
-” ¿Y no había árbol de Navidad?”, preguntó otra vocecilla.
-”No, mi pequeño niño, no existía el tan deseado árbol para nosotros que destroza nuestros campos y las montañas.”
-” ¿Y tampoco había turrón, pavo o mariscos?”.
-”Pues no, tampoco había, pero sí había Amor, Paz, y se sabía compartir con todos. Las familias estaban unidas, pero unidas de verdad, el padre no llamaba desde un móvil diciendo que sentía no poder venir por asuntos de negocios, la madre no dejaba a los niños con una canguro por tener que ir a una fiesta.”
-”Pues a mí, mi madre”, decía la carita sonrojada y pecosa “nos deja con una chica que nos deja jugar con la videoconsola todo el rato mientras ella se va a la cocina con sus amigos.”
Los chicos, emocionados, preguntaban una y otra vez; “¿y Papá Noel?, ¿y Papá Noel?”.Y cada vez con menos fuerza el árbol les contó que tampoco existía, que en aquel tiempo venían los Reyes Magos que regalaban caballitos de madera y muñequitas de trapo.
-”Pero, antes de que digáis nada, os tengo que explicar que aquella tradición era preciosa. Los papás y la mamás cantaban siempre la historia de los reyes... ¿la sabéis?”.
Entonces los niños, muertos de risa, dijeron al árbol, cada vez más moribundo: “los Reyes, los Reyes no existen, los regalos los compran nuestros padres, pero no esas cosas que tú dices, a nosotros nos compran ordenadores, bicis de montaña...”.
-”Pero, bueno, cuéntanos la historia de los Reyes”.
-”Creo, pequeños, que mis fuerzas se acabaron”.
Y otra voz preguntó; “¿qué es el Espíritu de la Navidad?, porque esto que nos has contado es un royo.
-”Es el Amor”,….y nuestro Espíritu murió.
Ahora tenemos una pequeña semilla esperando ser plantada en nuestros corazones, mientras tanto hay regalos y fiestas, muy poco de familiaridad y menos de compartir. Todos nos sentamos juntos a la mesa, pero deseando levantarnos. Se nos ha muerto el Amor.Ojala plantemos esa semilla y nos crezca el más bello de los árboles y sepamos cuidarlo cada día de nuestras vidas. FELIZ NAVIDAD